Hay días en que no puedes ocultar nada, que tu cara es un jodido espejo y cada gesto de tristeza, cada guiño de ira es un grito hacia los demás, lo perciben y no puedes evitarlo, no puedes esconderte ni un segundo más y rompes en lagrimones y el agua salada sale a borbotones sin siquiera una maldita razón, y maldices al mundo y a ti.